Cuando hablamos de joyería junto con cristianismo, algunas veces enfrentamos conceptos como superficialidad y ostentosidad contra vivencia profunda y sencillez. Dos mundos aparentemente tan opuestos que nos preguntamos: ¿pueden ser compatibles?

Este es un tema muy esperado por nosotros y en el que queremos ahondar con muchas ganas, ya que en este proyecto llamado El Kerigma convergen ambas sensibilidades y podemos afirmar rotundamente que son dos palabras compatibles a la perfección y absolutamente complementarias.

Seguimos remarcando que nuestra medalla ha sido diseñada con la intención de propiciar un encuentro con la Virgen de Nazaret, llevándola a la extrema sencillez. Pero al mismo tiempo se la ha querido dotar de la máxima dignidad utilizando en su fabricación Plata de Ley 925 ml, oro de 18 kt e incluso algunas piezas llevan engastados auténticos diamantes o zafiros. Todos ellos son materiales nobles que elevan la medalla a una calidad suprema.

La respuesta la encontramos en nuestros orígenes, pues el oro fue uno de los regalos que recibió el Niño Jesús en Belén. En el sitio más humilde de la tierra donde el mismo Hijo de Dios fue adorado, unos sabios de Oriente le presentaron Oro, en representación del don que se ofrece al que es Rey, incienso por su naturaleza divina y mirra para la sepultura ya que se hizo Hombre como nosotros. “El oro, considerado el elemento más precioso, nos recuerda que a Dios hay que darle siempre el primer lugar. Se le adora. Pero para hacerlo es necesario que nosotros mismos cedamos el primer puesto, no considerándonos autosuficientes sino necesitados”, reflexiona, a raíz de esto, el Papa Francisco en la Misa por la Festividad de la Epifanía del Señor.

El oro, considerado el elemento más precioso, nos recuerda que a Dios hay que darle siempre el primer lugar.

Papa Francisco

 También en la liturgia de la Iglesia y en los sacramentos, todo se realiza con total solemnidad utilizando diferentes signos que nos llevan a inmiscuirnos profundamente en lo que se celebra en cada momento. Desde la casulla con la que se reviste el sacerdote hasta el cáliz que contiene la sangre de Cristo, pasando por cada elemento que vemos dentro de un templo católico, su diseño está pensado para ser fabricado con materiales nobles.

Este valor que le damos a los signos no trata de hacer ostentación de riqueza sino que nos ayuda a entender el misterio de cada celebración. Además, como cristianos, estos deben acompañarnos en el día a día, como pueden ser las cruces y medallas que llevamos alrededor de nuestro cuello o las alianzas matrimoniales. Estas joyas normalmente están hechas de oro o plata, lo que, contradictoriamente, refuerzan en nosotros su más sincero y profundo sentido, dejando atrás cualquier rastro de superficialidad.