Entre los santos que la Iglesia celebra en este día, queremos destacar la figura de Juana de Arco, una santa francesa que, a pesar morir a los 19 años, vivió la vida a tope. Pero no fue precisamente por mirar de cumplir sus deseos personales, más bien por entregarse a la causa que nuestro Padre Dios le encomendó.
El Papa Benedicto XVI la describe, en la Audiencia General del 26 de enero 2011, como una de las ‘mujeres fuertes’ que, a finales de la Edad Media, llevaron sin miedo la gran luz del Evangelio a las complejas vicisitudes de la historia. Exacto, una mujer fuerte porque tomaba ejemplo de la Virgen María, aunque cada una con una llamada diferente en una situación muy concreta.
Una mujer fuerte porque tomaba ejemplo de la Virgen María.
Para ponernos en situación, Juana nace en Domrémy, aldea de la región de Lorena, en un período en que la iglesia vivía la profunda crisis del gran cisma de Occidente y en medio del conflicto armado entre los reinos de Francia e Inglaterra, comúnmente conocido como “la guerra de los Cien Años”. Al igual que María, Juana pertenece a una familia humilde que, aunque no le ofrece ningún tipo de educación académica, sí le inculca fuertemente una espiritualidad basada en Cristo. También vive, muy jovencita, una experiencia mística, pero con otro ángel: el arcángel San Miguel, a través del cual el Señor la elige para poner fin a la invasión de los ingleses trayendo de nuevo la paz verdadera entre los dos pueblos cristianos.
Sabemos cuál fue la respuesta de María (¡Hágase!), pero … ¿y Juana? Ni siquiera lo dudó, con un contundente «sí» consagra su virginidad e intensifica su vida sacramental junto con la oración diaria. Fue esta relación cada vez más estrecha con Dios lo que fortaleció la compasión y la caridad que la joven campesina había mostrado desde su infancia hacia los que más sufren y lo que la empujó, con tan solo 17 años, a formar parte de manera activa en la lucha armada. Y curiosamente, lo que mejor describe la santidad de Juana de Arco es que tanto el éxito de su misión política como el de su vida espiritual están del todo vinculados.
Fue esta relación cada vez más estrecha con Dios lo que fortaleció la compasión y la caridad que la joven campesina había mostrado desde su infancia hacia los que más sufren.
Esta doncella llevó a cabo una auténtica misión de evangelización entre los soldados y campesinos con los que vivía motivándolos a luchar con plena fe y perseverancia en Dios por la liberación de ciudades asediadas. Y mientras construía poco a poco “la casa sobre la roca”, lograba salir victoriosa de las batallas, hasta el punto que, el mismo delfín de Francia, Carlos VII, la tomó en serio, depositando así su confianza en ella y cediéndole autoridad sobre su ejército. Finalmente cayó prisionera del enemigo y tal día como hoy de 1431 fue acusada de herejía por dos jueces eclesiásticos que la condenaron a morir en la hoguera. Sin embargo, ella acepta la realidad de la iglesia y sigue amándola hasta el final, como bien lo expresan sus propias palabras: De Nuestro Señor y de la Iglesia, me parece que es todo uno. Unos años más tarde, una sentencia declara nula la condena y finalmente, en 1920, Juana de Arco es canonizada.
Durante su ejecución, pide que se sostenga delante de ella un crucifijo y que incluso en el momento de su muerte, como bien enfatiza Benedicto XVI, el nombre de Jesús es pronunciado por Santa Juana de Arco como el continuo respiro de su alma, como el latido de su corazón, el centro de toda su vida. Y eso mismo era Jesús para la Virgen María, que, sin comprender, todo lo guardaba en su corazón. Un amor total a Jesús, y al prójimo a través de Él.
De Nuestro Señor y de la Iglesia, me parece que es todo uno.
Juana de Arco
Posiblemente a la gran mayoría de nosotros no se nos haya otorgado el mismo don, pero si la misma misión que a Santa Juana de Arco. Como lo oyes. Podemos hacer algo que tanto ella como María sí que hicieron: vivir la fe sin límites amando a la iglesia incondicionalmente. Poder recibir al Padre por la puerta grande aceptando de buen gusto su voluntad, con la sensación de que no hay obstáculo a la hora de ejercer la caridad y fortalecer el compromiso con el prójimo, quizás implicándonos, como nuestra santa del día, más activamente en nuestro ámbito social.
Sabes a lo que nos referimos, ¿no? Pues en marcha.