Grábame como un sello sobre tu corazón,
como un sello sobre tu brazo,
porque el Amor es fuerte como la Muerte,
inflexibles como el Abismo son los celos.
Sus flechas son flechas de fuego,
sus llamas, llamas del Señor.
Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor,
(Cantar de los Cantares 8, 6-7 )
ni los ríos anegarlo.
Si alguien ofreciera toda su fortuna a cambio del amor,
tan solo conseguiría desprecio.
Es cierto que el amor, como en esta cita bíblica, debe estar presente en nuestros corazones (y en nuestras acciones) durante los 365 días del año, pero el calendario ordinario y la rutina de nuestra sociedad nos marcan febrero como el mes con más derecho a celebrarlo. Y aunque San Valentín es un santo venerado por la Iglesia Católica, actualmente su festividad está asociada a un amor romántico, tirando a adolescente, y a la afectividad. Parece, más bien, un invento contemporáneo de las grandes multinacionales para sacar rendimiento a sus ventas en el tranquilo periodo entre la Navidad y el Día del Padre. Sin embargo, podemos asegurar que no lo es, ya que existen varios acontecimientos en la historia sobre los cuales esta celebración se ha ido constituyendo:
Como ya hemos contado en blogs anteriores, el siglo III fue un tiempo de persecuciones hacia la fe en la Roma Imperial, donde habitaron tres mártires llamados Valentín. No obstante, es a San Valentín de Roma al que realmente se conmemora cada año por su misión con los enamorados. La medicina era su oficio hasta su conversión, cuando decidió ordenarse sacerdote. Por aquel entonces, la máxima autoridad, Claudio II, prohibió casarse a todos los jóvenes soldados con la convicción de que, al no tener familia de la que preocuparse, serían más efectivos en batalla contra las invasiones que aguardaban al Imperio. Esta ley resultó muy injusta a ojos del santo, quien no dudó en desafiarla y unir en sagrado matrimonio a todas las parejas que acudían a él, encontrando también oportunidad para convertirlas al dogma de Cristo. Por estas prácticas se le encarceló, cosa que no hizo flaquear su cometido, pues incluso en prisión, se dice que logró conversiones de soldados con sus prodigios hasta el día de su condena a muerte por lapidación y decapitación el 14 de febrero del 270.
Anterior a la expansión del cristianismo, existían en la Antigua Roma las fiestas Lupercales en honor a Luperco, dios de la fertilidad y los rebaños, y Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo, fundadores de la ciudad. Su celebración se componía por rituales de fecundidad, sacrificios de animales, procesiones y bailes obscenos, por lo que el papa Gelasio I, en el año 494, las cristianizó sustituyéndolas por la solemnidad de la Purificación de la Bendita Virgen María, con la procesión de las Candelas, que se unió con la Presentación de Jesús y el enaltecimiento del calvario de San Valentín.
El medievo también hizo su papel en este festejo, principalmente en Francia e Inglaterra, cuando se creó la costumbre de enviar cartas y muestras de afecto a los enamorados, pues coincidía esta onomástica con la época en que las aves elegían pareja y se apareaban. Este hábito se ha extendido por el mundo occidental a través de los años y, poco a poco, ha desviado el origen de la festividad hasta el día de hoy.
Es el amor lo que nos permite ir más allá del sufrimiento y del temor que pueda aparecer en nuestras vidas .
Dejando atrás la superficialidad, como cristianos no tenemos solo la certeza, sino que además tenemos la experiencia de que lo que en realidad da sentido a nuestras vidas es el AMOR incondicional del Padre, el inicio de todo, lo que movió a María a decir “Sí” aceptando ser la madre del Mesías y, sobretodo, lo que llevó a Jesucristo a enamorarse totalmente del prójimo muriendo por él en la cruz; acto que fecundó en el mundo y envalentonó a todos los siguientes conocedores de la Verdad a dejar todo lo mundano y hacerlo todo en nombre de este amor sin ningún tipo de límites. Es el amor lo que nos permite ir más allá del sufrimiento y del temor que pueda aparecer en nuestras vidas, como única fuerza para alcanzar a Dios, como único camino hacia la perfección.
Este San Valentín pon tu confianza en Él, llénate de su Gracia para poder decirle ciegamente #erestodoparamí.